Alfonso Castillo
Garzon
Defensor de Derechos
Humanos
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Colombia asiste a un momento
importante de su historia; estamos ante
la posibilidad de la firma de acuerdos entre el gobierno y las
guerrillas de las FARC-EP y del ELN, que
den por terminado el conflicto armado entre estos grupos. Ahora bien, la firma
del acuerdo no puede suponer o entenderse, como se quiere hacer creer en los
medios de comunicación, que conquistaremos el paraíso o la paz, por arte de
magia.
Reconociendo que este
hecho, es un acontecimiento histórico, también hay que decir que el país está
sumergido en grandes problemas sociales, políticos, económicos y culturales que
no se resuelven con la firma del acuerdo: Paramilitarismo, corrupción,
desigualdades económicas, depredación del medio ambiente, desconocimiento a los
derechos de verdad, justicia, reparación integral, garantías de no repetición,
exclusión política, machismo-patriarcalismo, desempleo, abuso de autoridad y
violación a los derechos humanos, son entre otros, graves problemas que deben
ponerse de relieve y exigir al gobierno su solución inmediata, como requisito
para construir la paz con justicia social, democracia y sin impunidad, tal como
loa anhela la sociedad colombiana.
Sin embargo el
problema reside en la enorme distancia, que se constata todos los días, entre
los avances del proceso de dialogo, los acuerdos alcanzados, y el
desconocimiento que en general tiene el
pueblo de los mismos.
De allí, que el
Partido Comunista Colombiano – PCC y en particular la Célula Comunista, deben
asumir el desafío de superar esta distancia, que se convierte en dificultad
para que la construcción de la paz con justicia social se haga realidad.
Hoy por Hoy, los
comunistas desde la célula, tenemos la responsabilidad histórica de contribuir
a este proceso de solución política negociada al conflicto armado, y la mejor manera
de hacerlo, es activando al máximo, nuestro proyecto revolucionario. Poniendo
toda nuestra actividad en clave de lucha política e ideológica, dado que lo que
hoy está en disputa es cuando menos dos
concepciones de paz. De un lado la paz de las clases dominantes, que no es otra
cosa que, terminar con la lucha armada, para seguir saqueando el país,
perpetuando la impunidad y hacer mejores negocios con nuestros recursos naturales,
al tiempo que mantienen su aparato represivo-guerrerista, en contra de la lucha
popular y los derechos del pueblo. Y de otro lado la paz que anhela el pueblo, con
transformaciones políticas, el cambio del modo económico, la soberanía, la
verdad, el respeto a los derechos humanos y la derrota de la impunidad, entre
otras.
Es justo allí donde la
célula comunista juega su papel revolucionario, más allá de los problemas que pueda tener el partido,
con sus direcciones y eventuales errores que se están cometiendo. Cada
militante desde su célula debe impulsar la lucha popular, estrechando los vínculos
con su entorno más inmediato, organizar las comunidades, y promover la
organización política, para exigir soluciones reales a la problemática de la
gente.
Por ello la Célula
Comunista, debe asumir la tarea de recuperar la mística y el fervor revolucionario, cada comunista debe retomar
el sentido riguroso que contiene la “militancia” y la abnegación. Desarrollar las
tareas políticas de la lucha por la paz con sentido de pertenencia, abrazando
el trabajo comunitario con la permanencia y continuidad, que exige esta colosal
tarea.
Es época para el
desarrollo creativo de los principios Leninistas de organización:
- a. Unidad
- b. Centralismo Democrático
- c. Critica y Autocritica
- d. Dirección Colectiva con responsabilidad individual
- e. Planificación y Control.
Así que no es momento
para esperar o contemplar pasivamente lo que va a pasar después de la firma de
los acuerdos, esta pérdida de tiempo, puede ser también la perdida de
oportunidad de construir un país distinto, y de alguna manera negar a quienes
desde otras formas de lucha, han hecho un esfuerzo por incorporarse a la lucha
social y política; para avanzar en el logro de un gobierno popular y democrático hacia el
socialismo.
Bogota 31 de marzo de 2016



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