Alfonso Castillo
Militante del PCC.
Defensor de Derechos Humanos
Al realizar el
ejercicio de distribución de propaganda electoral en las calles, en favor de la
lista decentes integrada por Román Vega a la cámara de Bogotá y Aída Avella al
senado como cuota de la Unión patriótica en sus listas que respaldan la
candidatura a la presidencia de Gustavo Petro, hemos encontrado varias
situaciones que llaman la atención y sobre las cuales vale la pena alguna
reflexión.
En general la gente recibe la publicidad en buena tónica e incluso algunos reaccionan positivamente al identificar a los candidatos como Aída o Román o Gustavo Petro, asociándolos con políticos vinculados desde hace años con las buenas prácticas y en favor de los intereses populares.
En general la gente recibe la publicidad en buena tónica e incluso algunos reaccionan positivamente al identificar a los candidatos como Aída o Román o Gustavo Petro, asociándolos con políticos vinculados desde hace años con las buenas prácticas y en favor de los intereses populares.
No obstante no deja
de llamar la atención que algunas personas reaccionan con expresiones como a la
m***** con los políticos o todos son ladrones y aún quién expresa no quiero
saber nada de la política, incluso hay quienes con violencia rompen o arrugan
la propaganda en expresión de desprecio, no necesariamente a los candidatos
estos u otros, sino en general a los políticos. Otras personas al identificar
que somos de izquierda nos señalan de “guerrilleros” creyendo que con ello nos
ofenden, no sabiendo que ello, sólo nos reconforta.
Pero más allá de
este cuadro descriptivo vale la pena intentar o aventurar algunas explicaciones
a estas reacciones de la ciudadanía, la apatía o indiferencia de la gente se
puede explicar por la idea que la que ella tiene de los políticos asociándolos
en general con la corrupción, el clientelismo y la holgazanería, el ciudadano
de a pie está harto de escuchar en las noticias, como la clase política, se
roba la plata a montones y no les pasa nada, cuestión que tiene mucho
fundamento por cuanto que en Colombia la clase política corrupta legisla y gobierna
para favorecer a quienes acuden a la política como extensión de negocios
familiares o personales.
Poco han ayudado
las campañas contra la corrupción, que han impulsado algunos políticos,
especialmente en el partido verde, pues estas campañas están diseñadas no de
forma pedagógica que le permitan al ciudadano distinguir entre la política como
necesidad de la democracia y ejercicio que puede ejercerse con decencia, estas
campañas no han hecho cosa distinta, que crear el ambiente para asociar la
política con un ejercicio de mafia y delincuencia. El efecto hoy de esas
campañas, es una profunda apatía a la política y en especial a los políticos,
que incluso afecta a quienes promovieron la campaña anticorrupcion y de la cual
ya no dicen ni una palabra.
De otro lado, bueno
señalar que esta apatía o indiferencia, también es expresión de rechazo a una
forma rastrera de hacer política, en la que se usan la infamia, los ataques
personales, el insulto y otras prácticas que terminan por hacer que la gente
repudia la política o mejor al político. El problema de esta situación, es que
se tergiversa el sentido de la democracia que se debe construir, estas
prácticas, hay que decirlo con franqueza, ayudan a fomentar la abstención y/o
la venta del voto, porque la gente trata de sacar algún provecho personal, de
lo que la mayoría de políticos ofrece, que casi siempre es plata, comida y
trago, y de esta manera se completa un círculo vicioso de corrupción, en el que
al final se vende el voto al mejor
postor y el político corrupto se hace elegir para desde su cargo sacar el mejor
provecho del puesto y desde allí robar y robar para recuperar la inversión del
voto que compró.
Esta situación exige
que desde los sectores democráticos se desarrolle una permanente formación
política, que proporcione a los y las ciudadanas la información, sobre el papel
que juega la participación política y cómo cada acto de abstención o de indiferencia,
no hace otra cosa que abrir a los corruptos más campos de acción.
El pueblo es la
mayoría y en una democracia se supone que es a él aquí le corresponde y tomar
las decisiones del rumbo de la sociedad, el ciudadano tiene derecho a elegir
con su voto, pero también a ejercer control político y aún, a revocar, al
elegido, si no satisface las expectativas o no cumple el programa que presentó
o en el ejercicio de la campaña electoral.
Nuestro país asiste a un momento histórico, nuestra participación hoy se juega la alternativa de terminar el conflicto armado o apostar por la construcción de la paz con justicia social y esto se hace con compromiso y estudiando la realidad social, no hacerlo es dejar el futuro de Colombia en las manos de quienes siempre lo han gobernado para enriquecerse, son ellos los que se inventaron el discurso el Castro chavismo comunista, son los que pagan personas para alentar la violencia contra candidatos y propuestas alternativas, porque siente que le disputan una larga trayectoria de privilegios políticos y económicos.
Nuestro país asiste a un momento histórico, nuestra participación hoy se juega la alternativa de terminar el conflicto armado o apostar por la construcción de la paz con justicia social y esto se hace con compromiso y estudiando la realidad social, no hacerlo es dejar el futuro de Colombia en las manos de quienes siempre lo han gobernado para enriquecerse, son ellos los que se inventaron el discurso el Castro chavismo comunista, son los que pagan personas para alentar la violencia contra candidatos y propuestas alternativas, porque siente que le disputan una larga trayectoria de privilegios políticos y económicos.
Es tiempo entonces
de dejar la apatía y ponerse el traje de la paz, que se construye desde y con
el pueblo y no con los políticos corruptos y violentos miembros de las elites
que siempre han gobernado el país con mentiras y artimañas, valiéndose de los
medios de los medios de comunicación, y de alguna manera de la desinformación
que tiene la ciudadanía en General sobre la política y la historia del país.
Bogotá, 20 febrero
de 2018.
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