Por. Alfonso Castillo
Defensor de los Derechos Humanos
Una larga tradición de lucha popular
Durante casi toda la historia de Colombia, los sectores democráticos y alternativos han intentado acceder al gobierno, sin embargo el poder de manipulación y de violencia impuesto por las élites dominantes habían impedido que este anhelo se lograra concretar.
Solo en el año de 1854 y tras un acto de levantamiento el artesanado liderado por el general José María Melo, logró dar un golpe de estado y constituir en el país un gobierno de carácter popular, que tan solo duró 8 meses en el poder y en el cual se desarrollaron algunos ejercicios de soberanía popular, desafortunadamente, el intento fue derrotado por una acción conjunta de élites liberales y conservadoras , que dieron un nuevo golpe militar, varios de los dirigentes fueron fusilados y el general Melo, desterrado a México, donde se convirtió posteriormente en héroe popular y a los pocos años fue asesinado.
Después de ello y con distintas estrategias las clases dominantes, se han perpetuado en el poder, no solamente en el poder ejecutivo, sino con el control del poder legislativo, del poder judicial, e incluso de los órganos de control y más recientemente, la dominación total de los medios masivos de comunicación, desde esa posición han gobernado para garantizar crear las condiciones, para ampliar sus privilegios, tanto políticos, como económicos y más aún se han permitido construir un régimen político de violencia e impunidad.
En el siglo XX y a pesar del auge de las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles de mujeres, cooperativas y cívicas, entre otras; no ha sido posible que los sectores populares y alternativos puedan acceder al gobierno y quienes lo han logrado han terminado cooptados por el ejercicio corrupto de las élites dominantes, quizá la única excepción a esta tendencia se estableció en la década del 40 con la irrupción en el escenario político de Jorge Eliécer Gaitán quien levantando un discurso popular logró conquistar la simpatía de las masas populares a tal punto que logró intimidar a las élites en el poder, lo cual estás ordenaron asesinarlo y sacarlo del escenario político como consecuencia de ello hubo un estallido popular de rebelión en distintas ciudades del país que lo no logró concretarse quizá por la ausencia de un proyecto político colectivo, después de ello liberales y conservadores en el poder se ampararon en la figura de un gobierno militar para imponer una ola represiva y de violencia en los campos colombianos que disfrazada de liberal conservadora provocó y sembró en muchas regiones del país, una oleada de miedo, terror y desplazamiento y una reconfiguración del mapa de la propiedad rural favoreciendo algunas familias de las élites que se apropiaron de las tierras que fueron "abandonados" por campesinos propietarios y tenedores, de micro y minifundios en las tierras planas y fértiles del país, esas elites gobernantes que luego se convirtieron en una "burguesía agroindustrial". "Restablecieron el orden" y se aseguraron de crear todos los mecanismos represivos tanto militares como ideológicos para no permitir el desarrollo de sectores alternativos, revolucionarios o democráticos, todo esto amparado en una supuesta lucha contra la insurgencia comunista que había surgido en el marco de esa violencia contra el campo colombiano.
Ese régimen de violencia y control hegemónico de las élites gobernantes se ha extendido hasta las primeras décadas del siglo XXI, con ello han asegurado el control político, social permitido que se desarrolle un modelo económico que ha favorecido los intereses de empresas transnacionales interesadas en explotar al más bajo costo posible los recursos naturales en el país lo que ha provocado la ruina de la producción agrícola y del campesinado colombiano, al tiempo que han causado deforestación, contaminación, y abandono del proyecto industrializador agrícola requeriría una nación moderna para el crecimiento económico.
De esta manera, el país en el marco de una profunda, prolongada y dolorosa guerra interna en el que han intervenido grupos guerrilleros de orientación de izquierda, paramilitares creados por el estado colombiano para liquidar y silenciar al movimiento social y popular, a lo que se ha sumado el ejército colombiano que la doctrina de la seguridad nacional ha justificado una fuerte política represión criminal y estigmatización contra el movimiento social popular democrático y de izquierda, amparado en la tesis “de que allí se incuba una amenaza a la estabilidad nacional”; y no menos importante, el narcotráfico como fuente de recursos económicos, que ha alimentado a sectores de las élites gobernantes, a militares y ha permeado buena parte de la economía colombiana, este cuadro ha desarrollado, un país en el que se registran unas de las más altas cifras de violaciones a los Derechos Humanos, asesinatos, desplazamientos, detención y desaparición, amenazas secuestros y exilios, una fuerte estigmatización, al tiempo que se ha fomentado desde las clases dominantes en el poder, un ejercicio de gobiernos ligados estrechamente a redes de corrupción y criminalidad, todo esto al amparo de una profunda impunidad; convirtiendo al país en uno de los más desiguales del mundo, con altas cifras de pobreza, exclusión y miseria y una economía dependiente de las imposiciones de transnacionales la banca transnacional y movida con recursos del narcotráfico y economías ilegales. En general un país en crisis social, política y económica que la mayoría de gente humilde y miles de organizaciones claman por cambiar desde lo más profundo.
Un estallido de rebeldía como expresión de rebeldías acumuladas
Ese país harto de la violencia la corrupción la desigualdad y las mentiras de las clases dominantes salió a las calles a expresar su inconformidad, lo ha hecho históricamente, pero se ha intensificado en la última, con las movilizaciones del país en respaldo en a los derechos de las víctimas en el 2008, posteriormente con la movilización de la Colombia profunda en las tomas de las ciudades capitales en el 2010 que dieron origen a la marcha patriótica asi como tambien, gigantescas movilizaciones de la minga indígena y otros movimientos campesinos y rurales, posteriormente en el año 2012 en un ejercicio de la creatividad y la cultura en la calle los jóvenes estudiantes universitarios se movilizaron por la defensa de la educación pública, en el año 2013 en el denominado “paro agrario no existe” las organizaciones campesinas reavivaron el debate sobre el abandono del gobierno al campo colombiano, a partir del año 2016 a propósito de la firma del acuerdo final de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC y después de un revés en la movilización en el plebiscito del 2 de octubre, se sacaron decenas de movilizaciones a lo largo y ancho del país, en un despertar de muchos sectores sociales que vieron la oportunidad quizá en el acuerdo final, pero sobre todo, en una decisión de enfrentar el miedo para exigir atención a sus demandas y derechos por años desconocidos por gobiernos que despreciaron siempre lo popular.
Así, comenzando el que sin duda alguna ha sido el peor gobierno de la historia de Colombia, el movimiento estudiantil universitario se movilizó en el año 2018 demandando nuevamente el fortalecimiento de la educación pública, en el año 2019 las centrales obreras convocaron el paro nacional que a la postre se convirtió en el inicio del estallido social a través del cual la ciudadanía se enfrentó sin miedo, a una fuerza pública criminal que a través de instrumentos de muerte como el ESMAD, pretendieron negar e impedir el derecho ciudadano a la protesta y a la movilización. En esas movilizaciones los jóvenes fueron las principales víctimas de esa brutalidad policial. Posteriormente llegó la pandemia y esta amenaza a la vida no se constituyó en un impedimento para que la ciudadanía se siguiera movilizando, primero para exigirle al gobierno que las ayudas económicas llegaran a quienes más necesitaban para enfrentar el hambre, esas movilizaciones también fueron reprimidas por la fuerza pública, en el mes de septiembre del año 2020, la ciudadanía salió a las calles a rechazar un nuevo hecho de brutalidad policial tras el asesinato del abogado Ordóñez en la ciudad de Bogotá, esas movilizaciones evidenciaron nuevamente la conducta criminal de la fuerza pública, en esas protestas fueron asesinadas más de 15 personas en distintas ciudades del país siendo los jóvenes los más afectados, pero esa movilización evidenció la inconformidad de la ciudadanía tanto al proceder de la fuerza pública, como a la incapacidad e incompetencia del gobierno para atender las necesidades básicas de la población, que estaba denunciando el problema de violaciones a los derechos humanos y los asesinatos a líderes y liderasas sociales, así como, las denuncias de la fuerte corrupción de los integrantes del gobierno de Iván Duque y las clases dominantes.
Posteriormente en el año 2021 tras la convocatoria de las centrales obreras al paro nacional, Colombia conoció el denominado estallido social, una expresión de rebeldía multitudinaria, a través de las cuales, en muchas ciudades del país y durante aproximadamente 90 días, la gente expresó su inconformidad con las políticas impulsadas por los gobiernos, que habían llevado a la sociedad a una aguda situación de crisis económica y particularmente, a un incremento en las violaciones a los Derechos Humanos el asesinato de líderes y lideresas sociales y un incumplimiento descarado al cumplimiento del acuerdo final de paz firmado en el 2016.
Toda esa inconformidad acumulada fue la que pudo interpretar Gustavo Petro, y la convirtió En el proyecto político para el cambio social en el país expresado lo que posteriormente se denominó el pacto histórico, a través del cual sectores alternativos, progresistas y democráticos lograron ampliar el margen de representación en las elecciones al congreso de la república en marzo del 2022 y posteriormente catapultar, el proyecto alternativo, para la transformación del país, logrando la elección de Gustavo Petro y Francia Márquez como presidente y vicepresidenta del país. Lo que constituye sin duda alguna, un hito histórico, pues se trata, ni más, ni menos, de un proyecto de transformación y cambio social- político, que de poder dar cumplimiento a la agenda propuesta, significaría el comienzo de un proceso de transformaciones reales en la calidad de vida de la sociedad colombiana y las más amplias mayorías, por siempre excluidas del desarrollo y el progreso y podría permitir avanzar en la derrota del conflicto armado y las bases para la construcción de una paz, que incluya la democracia, justicia social y económica que anhela la sociedad colombiana.
El difícil camino del cambio social
Una vez se logró el triunfo del proyecto alternativo que permitió el acceso a la presidencia de la república, han sobrevenido una serie de situaciones, muchas de las cuales con toda seguridad eran previsibles, pero otras, no tanto y resultan preocupantes, a tal punto que como lo ha reiterado el presidente Gustavo Petro en varias oportunidades, está en desarrollo una ofensiva de los sectores que hoy no hacen parte del ejercicio del gobierno para recuperar a toda costa la pequeña porción de poder que han perdido y la cual no quieren aceptar para lo cual impulsan múltiples acciones, que en últimas de cuentas hacen parte de una agenda de desestabilización, e impedimento al cumplimiento del programa de gobierno, entre estas situaciones que señalar algunas:
Colombia entre la la ceguera, la esperanza y el miedo
Luchar contra quién no quiere oír y no quiere reconocer su propia historia, resulta siendo una tarea francamente difícil, comunidades vendadas por décadas, a quiénes se les inculcó el miedo al cambio, el miedo a cualquier cosa que suene a transformación profunda y real, por quiénes han usufructuado el poder político y económico, por décadas se encargaron de instalar dispositivos de conformismo en el pueblo para no aceptar un mínimo cambio que brinde mejores condiciones de vida para todos y para todas, hoy prevalece el escepticismo y la desconfianza, disfrazado de “miedo a los guerrilleros”, “miedo a la transformación”, miedo a que el gobierno por fin materialice los proyectos sociales. algunos colombianos humildes, pasan por la calle y transpiran la rabia que sienten al ver una propuesta que se coloca del lado de las transformaciones, ellos y ellas, representan sin duda alguna los "ejércitos" a los cuales la ultraderecha rabiosa, convocará luego a desestabilizar el nuevo gobierno, fanáticos cegados por el discurso de odio que se ha promovido desde las élites, a lo alternativo y popular. Son los “fanáticos de reserva”, de la ultraderecha, no escuchan, no tienen disposición al diálogo, no entienden de argumentos, ni de discusión y debate, tiene el "chip" unanimista instalado. Son aquellas personas que no saben de derechos, y aun creen no merecerlos, en un país donde siempre han sido humillados y mal gobernados, fueron formados en la idea que la rebelión no es un derecho, sino un mal que debe extirparse.
Son adultos, jóvenes, hombres, mujeres, afros, indígenas, qué se dejaron envenenar el alma y hoy se niegan a aceptar la posibilidad de un cambio que tímidamente proporcione algunas transformaciones en nuestra realidad social y política. No entienden de razones solo repiten frases huecas, que durante décadas transmitió las élites gobernantes a través de los grandes medios de comunicación que son de su propiedad, y que las élites y quiénes han disfrutado y se han apropiado de los recursos del estado durante años, se comprende este discurso y está actitud de odio visceral, sin embargo, no resulta comprensible que la gente trabajadora, se niegue tan siquiera aceptar la posibilidad de un cambio que proviene de sectores que no han estado vinculados nunca al poder político.
La ofensiva de los medios
A esto es necesario sumar, toda la ofensiva que los grupos económicos y sectores de las clases dominantes, que hoy ven en riesgo sus privilegios, y han promovido desde los grandes medios de comunicación una campaña de desinformación a través de la cual se crean las condiciones para dar la sensación de un gobierno incapaz e ilegítimo, esta campaña, ha estado entonces marcada por la mentira, el discurso de odio y en todo caso con una manipulación de las informaciones, agigantando de manera deliberada las situaciones adversas que se han presentado y en todo caso ocultando los importantes logros dados en el gobierno.
Errores propios
A estas situaciones externas es importante sumarle las que han provenido del propio proceso entre las cuales se listan algunos
Los caballos de troya, Trayendo al ejercicio del gobierno a personas sin ningún tipo de compromiso con el proyecto del cambio y la transformación y más bien hacen parte de una vieja institucionalidad que es justamente la que intenta cambiarse.
Falta de experiencia del pacto y mucho desconocimiento del aparato del gobierno. Lo que ha llevado a muchos funcionarios a tener que apoyarse en las personas que se encuentran al interior del gobierno y que sin duda alguna se han dedicado a sabotear o a por lo menos no permitía el desarrollo de las propuestas para las transformaciones sociales, puede decirse que se está gobernando con la mayor parte de la institucionalidad en contra el proyecto del cambio.
Gobernabilidad frágil. Es bueno insistir en que aunque en las elecciones de marzo y junio del año 2022 el proyecto alternativo logró acceder a una parte pequeña del gobierno, esto no significa que ese proyecto alternativo que ganó las elecciones cuente tan siquiera con alguna posibilidad de tener control del aparato de gobierno y más aún reconocer que teniendo una pequeña porción del gobierno, no se cuenta en absoluto con el poder real, donde se toman las verdaderas decisiones del país. El Congreso de la República es una expresión de ello, donde una pequeña minoría del sector progresista, se enfrenta a diario a una maquinaria de los partidos tradicionales que han saboteado la agenda legislativa de la transformación.
Exceso de triunfalismo no menos importante es reconocer autocríticamente que algunos sectores que integran este proyecto de transformación se han dejado llevar por un exceso de triunfalismo y arrogancia que pretenden creerse la fábula que lo logrado es lo máximo y se ha abandonado la tarea de organizar las comunidades y forjar los procesos de poder popular que buena falta le están haciendo al proceso para la defensa del gobierno del cambio. Esta labor no se hace sola requiere del decidido apoyo en primer lugar del gobierno pero también de aquellos sectores políticos y sociales que pueden dar un nuevo aliento al proceso de consolidación orgánica y la formación política de los sectores populares.
Organización, educación política y movilización son claves para avanzar.
Para los sectores sociales, populares y alternativos, la lucha por transformar la sociedad colombiana no es una tarea nueva, ella es parte constitutiva de la trayectoria histórica de los procesos que se han librado en la historia política del país, sin embargo, esta tarea cobra hoy una mayor relevancia y supone nuevos y desconocidos desafíos. En primer lugar tener en cuenta que este logro es temporal y podría sufrir reveses, sí se tiene en cuenta, que los sectores dominantes harán hasta lo imposible por recuperar los espacios perdidos. En este sentido cobra mayor importancia la necesidad de fortalecer la unidad de lo popular y alternativo para ello será importante superar las mezquindades con las que en muchas ocasiones actúan los sectores populares y de izquierda, también será necesario construir rápidamente un proyecto que fortalezca la construcción de organizaciones populares en aquellos sectores donde la organización es débil y fortalecer aquellos donde extiendo la organización ella muestra debilidades en la consolidación de los liderazgos para la transformación social. en segundo termino asumir la tarea de las elecciones territoriales de 29 de octubre de 2023, como un paso de avance hacia la consolidación del proyecto trasformador.
Igualmente es necesario avanzar para que esa organización retome una labor abandonada hace algunos años en la formación política y potenciar liderazgos democráticos y colectivos, retomar la idea de la movilización en múltiples formas con como una expresión de la lucha para profundizar las transformaciones que la sociedad requiere.
Esta labor debe estar acompañada de la incorporación en la agenda por las transformaciones y la ampliación de los Derechos sociales, de temas como la paz integral, Qué pasa por la exigibilidad del cumplimiento del acuerdo final de paz y el respaldo del proceso de diálogo con el Ejército de Liberación Nacional y a los distintos procesos de sometimiento que actualmente se adelanta con otros grupos armados al margen de la ley, la lucha por la defensa y protección del medio ambiente, la batalla constante por el reconocimiento de la diversidades étnicas, funcionales, culturales, territoriales, de género y la superación del patriarcado, sin dejar de lado, la permanente lucha por la derrota de la impunidad el conocimiento de la verdad histórica de lo sucedido en el conflicto, la dignificación de las víctimas incluyendo a quienes se encuentran en condición de exilio y refugio y el derecho de la sociedad a la verdad, justicia, reparación integral y las garantías de no repetición.
Bogotá 6 de octubre de 2023


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