Alfonso castillo
Defensor de
derechos humanos
hojasuelta0@gmail.com
Las graves
denuncias de maltrato ocurridos en el centro de rehabilitación a menores
infractores conocido como El Redentor, ubicado al sur de la Ciudad de Bogotá
deja de manifiesto que no existe en Bogotá y de seguro en el país, una política
clara de resocialización a menores de edad comprometidos en prácticas
delincuenciales.
Las imágenes
conocidas el lunes 8 de octubre a través de las redes sociales, donde se muestran
tratos crueles y degradantes que evidencien la tortura que en principio fue
propinada por algunos uniformados a un grupo de jóvenes semidesnudos, con
claras señas de vejámenes físicos y psicológicos, dejan ver claramente la
irresponsabilidad y en todo caso la ignorancia que se tiene de la tarea de
rehabilitar jóvenes en contextos complejos. Ahora bien sobre este acto que no
cabe la menor duda es un acto de tortura según se determina en la declaración
universal de los Derechos Humanos. Igualmente, así está definida en la Constitución Política
Colombiana “Nadie será sometido a desaparición forzada, tortura o penas crueles,
inhumanas o degradantes” Artículo 12 CPN y es justo lo que evidenciaron las
bochornosas imágenes, que según se informa corresponden a hechos ocurridos el
29 de septiembre del 2018 en la instalaciones de dicho centro de rehabilitación.
No obstante las
prontas declaraciones de todas las autoridades rechazando los hechos y
anunciando “exhaustivas” investigaciones, que mañana o pasado mañana, pasarán
al olvido y con ello luego a la impunidad. Resulta claro a partir de la imagen,
que algunos policías están fuertemente comprometidos en el delito de tortura. Sin
embargo este grave hecho no puede reducirse al retiro de unos policías, sobre
los cuales por supuesto tiene que aplicarse justicia y la respectiva condena
por el delito de tortura. Pero sobre la situación presentada pueden hacerse
algunas preguntas: Este tipo de situaciones de tortura hacia los jóvenes son
recurrentes en la institución? Se trata
de una manera sistemática de “castigar” a los jóvenes cuando cometen algún acto
de indisciplina o intentan fugarse? En El Redentor la resocialización está a
cargo de este tipo de “agentes pedagógicos”? existen en el centro de rehabilitación
profesionales del trabajo social, la psicopedagogía o terapeutas? o está resocialización está a cargo de “terapias
de castigo” proferidas por el autoritarismo, el bastón de mando o palabras
insultantes? Si hay profesionales, donde
estaban a la hora de los hechos de tortura? o ellos y ellas cohonestaron con
estas prácticas? . Porque en El Redentor se encuentran personas mayores de edad
pagando condenas, junto a jóvenes infractores? Sin duda muchas preguntas sobre
un hecho que según muchas denuncias no se trata de una situación ocasional o
aislada, sino una práctica sistemática y recurrente.
Resulta inaceptable
desde todo punto de vista, que intente justificarse la actuación de la policía
por el hecho de tratarse de jóvenes delincuentes, o hayan estado comprometidos en el intento de fuga
que se señala por los medios de comunicación. La justificación o permisividad
con este tipo de prácticas, son las que luego se convierten en prácticas de
exclusión, segregación y violencia con grupos humanos que resultan incómodos
para otros y posteriormente se vuelven conductas que conllevan al fascismo. Estás
prácticas son más graves, sí quién las ocasiona son los responsables
institucionales que tienen el encargo de proteger. Estas prácticas sólo generan
resentimiento y reproducen exponencialmente la violencia.

Más allá de estas preguntas,
está el interrogante sobre la política pública de resocialización a jóvenes
delincuentes, porque si la muestra de esta política es el centro especializado
en El Redentor, hay pocas esperanzas que nuestros jóvenes delincuentes, puedan
ser algún día rehabilitados, pues esta institución, no cuentan con las
instalaciones, ni con la pedagogía adecuada para la resocialización con un
enfoque restaurativo de derechos.
Pero yendo más allá
cabe la pregunta sobre cuáles son las políticas de prevención para impedir que
cada vez más jóvenes a más temprana edad se vean obligados a involucrarse en prácticas
delincuenciales a partir del consumo de sustancias psicoactivas, el alcoholismo
y el involucramiento en redes de prostitución, tráfico de drogas o vinculación
a grupos delincuenciales. La pregunta de fondo es si el recorte presupuestal a
las políticas sociales, no están empujando a los y las jóvenes al abandono
temprano el sistema escolar y ante la imposibilidad de muchas familias
empobrecidas por las políticas económicas puestas en marcha se dificulta el acceso
de niños y niñas al sistema escolar público gratuito. Igualmente se presenta la
cada vez más grave situación de violencia intrafamiliar que empuja niños y
jóvenes a prácticas recurrentes de uso de la violencia para resolver problemas.
Así mismo, el modelo económico, la
inestabilidad laboral, el trabajo precarizado y las largas jornadas de trabajo mal
remunerado, aunado a un transporte público ineficaz y costoso, que hace que madres
y padres no puedan acompañar a niños y adolescentes a una adecuada formación-educación
basada en el respeto, la convivencia, la autoestima y la protección.
En fin, son muchos
los interrogantes que surgen alrededor de la denuncia de tortura en el que
debiera ser el mejor y mayor centro de rehabilitación de menores infractores en
el país.
Las autoridades
judiciales, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, tiene la palabra y esperamos
que no tengamos que asistir en los próximos meses a una tragedia en la que
jóvenes y autoridades, pierdan la vida o vean afectada su integridad personal,
por cuenta de la negligencia institucional y las prácticas autoritarias y
violentas de personal no apto para atender este tipo de población.
Bogotá, 10 de
0ctubre de 2018.
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